Dado
que sin obra no hay sobra, muchos ayuntamientos rehacen banquetas, con una
característica: No dejan espacios para plantar árboles; según porque estos les
causan molestias y gastos de mantenimiento, personal y demás asociados.
Aducen
que los árboles tiran basura, levantan las banquetas, tiran bardas, tapan
señalización, tapan drenajes y se caen sobre los vehículos, entre otras
“molestias” y gastos, que les pega donde más les duele, el tesoro público.
La
idea de hacer la naturaleza como otros entornos humanos (sic) trae
consecuencias, porque es sabido que los árboles urbanos aíslan del ruido,
retienen aeropuluantes, auxilian en la psicología humana y, eureka, PRODUCEN
OXIGENO, entre otros servicios ambientales y ecosistémicos más, como la
captura de dióxido de carbono y su innegable contribución para mitigar los efectos
adversos del cambio climático global.
Así
que sin necesidad de que una ley o un amparo judicial los obligue, el menos
común de los sentidos, el sentido común, dicta que en las banquetas deben quedar
espacios para que se planten árboles urbanos (http://adrecfor.blogspot.com/2018/10/precision-sobre-la-siembra-de-arboles.html).
No
hay buenas y malas especies, únicamente desconocimiento y buenas y malas
decisiones.
Por
último, no omito señalar que la observación inicial de esta mala práctica
ambiental y urbanística en comento, fue de uno de mis hijos.